Como lo había anticipado en los últimos días, he
aquí la segunda parte de mi crónica “Locura Colectiva” con la cual pretendo ampliar el panorama sobre la
salud mental de los Colombianos y que entre otros factores como la corrupción
(Que a su vez genera una educación de mala calidad y esta última = ignorancia) son causantes de las malas
noticias que a diario nos venden los medios nacionales.
En esta ocasión les hablaré de un caso particular
sucedido en Tuluá Valle del Cauca; el de un conocido que fue diagnosticado con
síndrome de “bipolaridad” por respeto a su nombre lo llamaré Anibal.
Anibal es un joven de 25 años amigable, alegre,
feliz, o bueno eso creían quienes lo rodeaban hasta que por desgracia murió su
única compañía, la única persona que había estado con él en cada momento de su
vida… su mamá, doña Mirian se fue dejando a Anibal solo, enfrentándose a un mundo que aun a sus 25 años no conocía
sin ella, a un mundo donde ya no estaba su pilar; seguramente habría de
enfrentar la vida sin su ser más preciado, al fin de cuentas ella solo se adelantó a nuestro último destino. Él
intentó continuar su vida de manera normal, laboralmente con muchas
expectativas y con una relación sentimental que aunque no llenara su existencia
lo hacía sentir amado entre tanta soledad. Anibal se mostraba con una enorme
fortaleza y madurez frente a tan fatal suceso en su vida que dejó perplejo a
quienes lo acompañaban en su dolor.
Un lunes en la tarde Anibal decidió llamar la
atención de alguna persona en especial y anunció en su cuenta de facebook algo
como esto: “voy a encontrarme con mi mamá” dejando atónitos a quienes
casualmente revisaban esta red, la preocupación y angustia de muchos no se hizo
esperar enviando mensajes de aliento y de fortaleza… para sus compañeros de
trabajo era extraño porque un día antes había estado en momentos de éxtasis y
alegría plena compartiendo un almuerzo. Solo que en su cabeza había un propósito y estaba a punto de lograrlo; ingiriendo
casi 5000 mg de pastillas entre antidepresivos, analgésicos, antibióticos y
hasta medicamentos de oncología Anibal intentó acabar con su vida aun cuando
tenía planeado no morirse ya que salió de su casa corriendo a la oficina donde
trabaja en busca de ayuda, estaba muy bien informado de las horas que tenía
para que le practicaran algún procedimiento clínico que lo salvara, incluso había
medido la cantidad de pastillas que ingirió. Sus compañeros angustiados y con sentimientos
de culpa por no haberlo acompañado de otra forma en el dolor por la muerte de
su mamá, lo llevaron al centro de urgencias del hospital departamental Tomás
Uribe Uribe de Tuluá y esperaron casi toda la noche el diagnóstico médico en el
que para fortuna de todos Anibal se encontraba fuera de peligro. Anibal quedó
hospitalizado un par de días y a espera de recibir ayuda psicológica y
psiquiátrica.
He aquí el motivo de esta crónica, no por la
situación de Anibal y su particular caso; sino porque se hizo palpable el serio
problema que se enfrenta en Colombia en cuestiones de salud mental. Los médicos que atendieron el proceso de
intoxicación de Anibal lo remitieron de inmediato con la única psicóloga de
turno del hospital de “tercer nivel” donde era atendido; que entre otras cosas
la profesional actúo de manera inmediata no solo por la demanda del hospital
sino la amistad y “rosca” entre ella y el grupo de acompañantes de Anibal. Cuál
sería la sorpresa de quien escribe esta crónica cuando la psicóloga manifestó
que en Tuluá una ciudad de 200 mil habitantes fijos y con casi 500 mil de
tránsito solo hay dos psiquiatras y su
atención está determinada así: uno para la atención de medicina prepagada, citas
particulares, citas con EPS (3 meses de anticipación) y el otro se encarga de la población con
SISBEN y ARS’S es decir el 45% de la población tulueña. Según reportes de la
secretaría de salud de esta ciudad y reporte de algunos psicólogos en esta
municipalidad se atienden cerca de cuatrocientos casos semanales con alguna
patología de salud mental no todos de Tuluá (remitidos de hasta diez municipios
del centro y norte del Valle) de los cuales el 45% requiere ser remitido con
psiquiatra, en el peor de los casos estos son transferidos al hospital
psiquiátrico San Isidro de Cali cuando los dos únicos profesionales en el tema
de Tuluá no están disponibles o no hay recursos de por medio que faciliten su
atención. En el caso de Anibal y según el diagnóstico de la psicóloga este
debía ser valorado por un psiquiatra dado que se encontraban con un evento
repetitivo; sí, Anibal ya lo había intentado antes y quienes lo acompañaban
seguían sorprendiéndose de la caja de pandora que habían encontrado. En la
búsqueda de un especialista en el tema de la salud mental, sus compañeros
agotaron sus inmediatos recursos, se encontraron con que el psiquiatra que
atendía en el hospital departamental no se encontraba de turno, y que el otro lo
atendería de inmediato siempre y cuando
se cancelara la suma de ciento veinte mil pesos. Otra opción era que lo
remitieran a Cali pero se quería fuera la última opción, de repente una psicóloga
que no oficia como tal en la entidad hospitalaria nos ofreció los servicios de
un “profesional” que NO es psiquiatra pero que entiende mucho del tema… ahh? Sí,
un médico general que atiende consulta externa se atribuye conocimientos
psiquiátricos, no es especializado en nada pero se auto proclama un “psiquiatra”
la comunicadora de tal noticia dice “yo se los recomiendo, él les va a cobrar
pero no tanto como el de las clínicas. Uno de los acompañantes de Anibal fue en
busca del “profesional” solo por salir de dudas, el sujeto se encontraba en
consulta en ese momento pero ofreció todos sus servicios, además de CERTIFICAR
un diagnóstico en torno al caso de Anibal. Vaya sorpresa! Ahora resulta que no
solo no hay psiquiatras para atender la demanda nacional de diagnosticados con
patologías de salud mental sino que hay inescrupulosos médicos que se atribuyen
el cuidado y tratamiento de tan compleja población.
Las sorpresas no paran ahí, luego de que finalmente
trasladaran a Anibal al psiquiátrico de Cali y que el profesional de ese centro
hospitalario lo remitiera de nuevo a Tuluá, nos dimos cuenta que por los
pasillos de la sala de urgencias y la unidad de observación circulan sin cuidado
alguno pacientes que han sido diagnosticados con trastornos psicóticos como esquizofrenia y algunos depresivos severos, la razón; las ARS’S del municipio y el SISBEN no
tienen los convenios necesarios con la Clínica de Reposo y Salud Mental de
Tuluá (Operada por el psiquiatra para ricos o de EPS) así que tras la sugerencia
de los especialistas estos no deben ser dados de alta y deben continuar con el
suministro de medicamentos. Esta clase de pacientes representa un riesgo total
para los demás incluso para el cuerpo de médicos, enfermeros y demás
trabajadores del centro hospitalario, y por supuesto no es el espacio adecuado
para el tratamiento o recuperación de quienes han sido diagnosticados con
patologías de cuidado especial. Esto es sin duda una pequeña muestra en una ciudad intermedia donde los índices de diagnósticos de patologías de salud metal son menos frecuentes que en ciudades grandes como Cali, Medellín o Bogotá y que a su vez manifiestan la falta de garantías en el sistema de salud que permita la atención oportuna y adecuada para este tipo de pacientes. Considerar un problema de salud pública estas situaciones de desatención a la población con desequilibrio en su salud metal es una verdadera alarma; si bien no son enfermos terminales, el crecimiento de estos casos puede generar en el corto plazo serios problemas sociales en convivencia ciudadana, hoy están a al alcance de todos un sin número de armas y elementos (armas blancas, ácidos, venenos, etc.) con los que es propio atentar contra quienes rodean a estas personas y por qué no, a si mismos y como en todos los casos, la población de escasos recursos es la más vulnerable.
Para terminar, les cuento que Anibal está recuperándose,
por fortuna para él sus compañeros de
trabajo tienen mucha “rosca” en los medios de salud y su atención es casi inmediata
lo que favorece su proceso. Pero… ¿qué será de quienes no tienen esa
posibilidad?
Ahh, en la
crónica anterior olvidé mencionar a los enfermos que maltratan y torturan
animales… estas personas presentan patologías sumamente graves y son un
verdadero peligro no solo para los animales sino para quienes lo rodean.
Jeff
Tenaz esta situación en Tuluá... algo verdaderamente lamentable... gracias por compartirlo.
ResponderEliminarNo sólo es en Tuluá, en mi departamento la situación es igual o peor.
ResponderEliminarUy tenaz eso, pero la verdad es esa, lo peor es que en muchos casos muchos necesitamos de atención psicológica y no nos atendemos.
ResponderEliminarEn Colombia todos estamos para ser tratados por sicólogos y siquiatras. Piense usted que casi todos desayunan, almuerzan y cenan viendo los noticieros por TV que narran las desgracias colectivas o individuales como quien se alegra: la presentadora muestra todos los dientes sonriendo y pasa de la tragedia a la farándula sin dar tregua, mientras los televidentes engullen esperando anhelantes más desgracias.
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