Con suma nostalgia describo en estas líneas lo que sucede hoy en mi Valle del Cauca, mi departamento que se parece mucho a la
tierra prometida en tiempos de Moisés, donde la abundancia y la prosperidad
brotan como la caña en el valle y el café en sus montañas, donde sin llegar a
ser regionalista podría decir que somos los más desarrollados en Colombia, con
infraestructura y tecnología de punta, donde no solo la capital Cali es grande
y atractiva; Palmira la señorial, Buenaventura mi bello puerto, Tuluá la villa
de Céspedes, Cartago y su sol alegre y Buga; la del milagroso, ciudades que
dependen de sí mismas en lo económico y comercial, generan sus propios
atractivos y que entre las cinco suman más de un millón cien mil habitantes.,
¿Grandes verdad? Una región con todo lo
que querríamos para ser felices sin salir de aquí, las playas de nuestro
pacífico, la brisa de mi Cali, los páramos de Tuluá, lo mucho por degustar
porque aquí no solo se produce caña, aquí se siembra y se produce todo lo que
queremos, podríamos ser autosuficientes si
fuéramos conscientes de ello.
Todo un privilegio del que podría hablar en muchas
otras crónicas porque seguramente una no es suficiente, y que les apuesto despertaría
la envidia de quienes las lean. Pero duele reconocer que por mi Valle del Cauca
no solo corren ríos como el Cauca; también hoy corren ríos de sangre, ríos rojos y salados con las lágrimas de
madres, padres e hijos que lloran a sus muertos, heredad de una generación de
capos que aterrorizaron nuestra tierra traspasando fronteras incluso
dimensiones de años de lamentos y que aun hoy, 17 años después de la captura de
los hermanos Rodríguez el poder de los capos parece haberse fraccionado en al
menos seis nuevos nombres y que simplemente se denominan “bandas criminales”
pero con un incremento lamentable de su cruenta barbarie.
Está muy de moda comentar los resultados del
estudio que revela a las 50 ciudades más violentas del mundo realizado por El Consejo
Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal AC en donde nuestro país
aporta el 10% en materia de violencia al mundo con la no grata ubicación de
Cali como la número 11, Medellín,
Cúcuta, Pereira y Barranquilla siguiendo sus pasos. (Ver Enlace 1) Esto solo podría causarnos vergüenza a los ciudadanos de bien y por supuesto cuestionar a
quienes han estado en el poder durante años y que permitieron que la violencia
se volviera una escena cotidiana en el vivir de los colombianos, adornado por
los noticieros nacionales que a diario nos dan una pequeña muestra de ello,
digo pequeña muestra porque sabemos que nuestros medios influyen de manera
dramática en los objetivos de los gobiernos de “trasquilar” las cifras y hacer
que parezca que vivimos en un país que va rumbo al desarrollo en una utopía de
felicidad.
Sin duda lo que más me preocupa es la situación de
violencia en Cali y el Valle del Cauca, hoy mi departamento es el más violento
de Colombia aportando 4 de sus ciudades en el “top Ten” nacional. (Ver Enlace
2) Cali, Palmira, Tuluá y Buenaventura viven una guerra sin tregua que escuda a
sus malhechores tras posiciones políticas radicales disfrazadas de guerrillas y
bandas criminales, que incuban a niños y adolecentes para la defensa de sus
ideales bajo el pretexto de pandillas sin oportunidades. A diario hay
enfrentamientos entre grupos de jóvenes que se disputan territorios para el
microtráfico de drogas y sus “zonas comunes” para el hurto. En Cali: AguaBlanca, Terrón
Colorado, los Chorros, Sucre y Polvorines son los sectores donde la experiencia de
guerra urbana es una vivencia diaria aun
para quienes no participan de ella. En
Tuluá las escuelas de sicariato desafían a las autoridades con sus mediocres medidas para defender a la
ciudadanía, en el casco urbano los “rastrojos” se disputan el control del
microtráfico de estupefacientes y a la vez sus oficinas de cobro persiguen a
sus deudores aun cuando las víctimas no tengan nada que ver en el negocio. Ya
en la zona rural son las farc quienes arremeten contra la población; aunque se
sabe de su presencia en algunas comunas de Tuluá bajo la figura de “milicianos” y la conformación de pandillas a su servicio. Cabe recordar que tanto guerrillas como bacrim extorsionan e intimidan a
comerciantes y ciudadanos de bien para el lucro de sus infames objetivos y que
estas últimas son las causantes de cerca del 90% de los homicidios en el Valle
del Cauca.
Pero además de estas 4 ciudades, también Buga,
Cartago y pequeñas poblaciones como Andalucía, Bugalagrande, Florida, Pradera, Roldanillo, la Unión y Dagua, viven un flagelo que parece invisible a los objetivos del
Estado, es tal lo cotidiano que se ha vuelto y tal el irrespeto por la vida por
parte de los delincuentes que ahora se cometen a homicidios a plena luz del
día, desde bicicletas y aun “a pie” se ultiman a las víctimas, las personas del
común justifican los hechos con algo como “seguramente la debía” ¿Qué acaso la
vida perdió su valor? En 2011 las muertes violentas aumentaron en un 5% y
posicionan sin honra, pena ni gloria al Valle del Cauca como el departamento
donde más homicidios se cometen, incluso el único en Colombia donde según
Medicina Legal los asesinatos se incrementaron en lugar de reducirse como en el
contexto nacional. (Ver Enlaces 3 y 4 )
Lo que como ciudadano tengo muy claro es que las
medidas que buscan según las autoridades municipales disminuir la mortalidad
por causas violentas son obsoletas y sin indicadores favorables. Se inventan
decretos como la prohibición del parrillero hombre, o simplemente sin
parrillero, restringen la circulación de motocicletas, toque de queda, y otros.
Pero partamos de algo; el homicida hará caso omiso a los decretos que busquen
reducir su accionar, ya que su objetivo ya viola los más mínimos principios
éticos, morales y legales “el derecho a la vida” así que infringir una norma
más no será impedimento. Por ahí dicen que árbol que nace torcido jamás su
tronco endereza., podría tener una aplicación directa hacia los procedimientos
que nos libren de la violencia, confío en la educación y la equidad social para
frenarla, pero claro está, sería de gran utilidad en la población creciente, dudo
que los que hoy delinquen restablezcan sus principios éticos y morales; esos
que no se compran sino que nacen y se incuban con la buena formación. Y que
esperanzas vamos a tener con la actual administración departamental impulsada
por la reconocida “Mano Negra”, desbordantes casos de delincuencia común,
piratería en la vía al mar, piratería en la costa pacífica, guerrillas, bacrim, etcétera, contra toda una odisea de fuerza pública que uno no se explica el por qué del triunfo
del mal. El Valle del Cauca cuenta con un pié de fuerza de envergadura así: la
Tercera Brigada del Ejército cuenta con 9 unidades de Batallones y grupo Gaula en
todo el departamento; FAC en Cali, Tuluá y Buenaventura; Armada Nacional en
Buenaventura; Escuela de Policías en Tuluá al igual que unidades Anti
Narcóticos. La pregunta de los ciudadanos comunes y corrientes está en ¿Por qué
con todo el pie de fuerza al servicio del Valle del Cauca la violencia es tan
cruenta? Ahí les queda a ustedes para que debatan.
Jeff
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Hoy en día, al Valle lo tiene perjudicado los Juán Carlos; Martinez y Abadía, son la fiel estera del fhüribismo y del TODO VALE....
ResponderEliminares sencillo la comunidad no esta exigiendo que esto acabe simplemente se acostumbraron a esto
ResponderEliminarLa tierra duele, duele cuando ves tus sueños y esperanzas, tu futuro y el de tus hijos pendiendo del hilo de la corrupción, la violencia, la anarquía y la indolencia de la mayoría, pero sucede muy a nuestro pesar que la solución no llegará de la noche a la mañana, es un proceso que difícilmente comenzará pronto, porque aunque en teoría lo conocemos depende de una estructura política, económica, social y cultural mucho más amplia. Estamos de acuerdo, definitivamente hay que apostarle a la educación y al desarrollo social, pero eso es un proceso arduo y a largo plazo... por lo pronto; ¿ a donde iremos a parar?
ResponderEliminarEs lamentable pero esta radiografía de la situación de orden público en el valle del cauca se puede extrapolar fácilmente a varias zonas del país donde se ha enquistado la violencia como una manera de ejercer o disputarse el poder a cargo de grupos que han creado sus microempresas y que así son más volátiles, incomprensibles y difíciles de combatir. Crudo legado de esa cultura del dinero fácil sin importar las personas ni las consecuencias. Un contexto de un país que busca la paz y el sosiego mientras unos miserables van en otra ruta.
ResponderEliminarGracias por sus comentarios, es muy grato leerlos y mucho más sabe que me leen. Abrazos
ResponderEliminarLa tierra, duele y el país entero también.
ResponderEliminarQue pena un país tan bonito, rico, alegre, fertil sus tierras y que este problema de violencia lo está echando a perder, los turistas tienen miedo a extorsiones y robos en las calles, que Dios les dé suerte a los colombianos en esta lucha por la dignidad humana
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