“Luis, baje la perra”… la frase
más escuchada, vista y/o leída de los últimos días en Colombia. Ciertamente,
más leída y “reproducida” que cualquier comentario u opinión respecto a la
inflación, escasez de agua y demás temas realmente importantes para nuestro
país. Y es que, el señor Luis, su esposa y su auxiliar de servicios conyugales
dieron de qué hablar al protagonizar un particular incidente en pleno centro de
Ibagué; incidente que debió haber sido solo una discusión familiar y no una
corraleja.
Tomada de Internet |
Nadie podrá culpar a la esposa de
Luis por haber protagonizado tal espectáculo en vía pública, luego de comprobar
que su pareja le era infiel. Seguramente es de esos sucesos
de los que no se puede prever la reacción sin que se haya vivido realmente. Y
es que, no hay reparo entorno al enfrentamiento familiar, lo reprochable, es la abundante masa de
espectadores que rodearon la escena y
que sin duda, no tenían velas en ese entierro, salvo los afectados por la
parálisis vial.
Algunos le llaman a ese fenómeno de
espectadores “cooperación, ayuda o solidaridad”… según el video, no se puede
llamar ni cooperación ni ayuda ni solidaridad el acto ejercido por la mayoría
de los mirones; hubo una flagrante incitación a la violencia física al proveer de
objetos contundentes a la mujer afectada, toda clase de frases y palabras que,
en lugar llevar a la calma, al diálogo o a una salida pacífica al problema,
alimentaban la rabia e ira de la esposa de Luis y era motivada para que
arreciara el reclamo contra su esposo. En síntesis, no hubo solidarios, ni
cooperadores ni ayudantes; hubo una cantidad de metidos y chismosos cuyo
objetivo jamás fue positivo, y que en cambio, solo alimentaban su débil ego
frente a un problema que jamás fue suyo, se alimentaron del sentimiento de
rabia y conmoción de una mujer traicionada y por si fuera poco; presumir que
subirían el video a las redes sociales.
“Esto va para Facebook” fue la
frase utilizada por la persona que subió el video mientras grababa los hechos.
Hechos, que debieron ser de incumbencia netamente familiar pero que, al haber
sido expuestos en público, se convirtieron en ropa lavada y tendida en lavadero
de inquilinato. Videos de burla, memes y demás ha generado el tema en mención. ¿A qué hora la vida privada
dejó de ser privada? ¿En qué momento se volvió normal ser espectador de un
suceso al que no hemos sido invitados? Un fulano dijo “es culpa del internet”
yo digo no, no es culpa del internet; es culpa de una pobre formación personal
que muta en exceso de chisme y acoso cuando se tienen herramientas de
comunicación al alcance como celulares, tablets y demás. Si don Luis tiene
moza, es un asunto que solo le importa a él y a su entorno familiar; no a la
romería de ibaguereños agolpados frente a su carro, y menos, mucho menos a la
prensa nacional.
Hace unos días, fui testigo de un
accidente de tránsito en el norte de Tuluá y dada la escena, pude probar la
popular frase “dos heridos y mil metidos…” Sí, cantidad de personas se
abalanzan como aves de rapiña ante cualquier acontecimiento trágico como
accidentes, homicidios o “discusiones” familiares.
Algunas personas refieren el
suceso como “un acto de solidaridad” ante la calamidad de un particular pero,
la mayoría de “espectadores” no participan en un acto solidario sino, en un
folclórico y poco cultural chismerío, incluso, abuso y hurto a las víctimas del
suceso.
En diciembre pasado, un camión
que transportaba zapallos (auyama) en la vía que de Calima Darién conduce a
Buga, perdió los frenos y chocó contra un barranco; dos de sus ocupantes
murieron en el acto y otro quedó herido. Como es costumbre, llegaron cientos de
“espectadores” y antes de ayudar al único sobreviviente, HURTARON la carga del
camión, NO hubo acto de solidaridad, hubo un delito en medio de la tragedia.
En Tuluá, la ciudad desde donde
se escribe esta opinión, hubo una época donde el sonido de disparos de armas de
fuego era un tanto frecuente; por ende cuando sucedía, las personas con sentido
común buscaban resguardarse para no ser víctimas de una bala perdida o del
incidente violento; las que no (a los que no se
les dotó de sentido común u objetividad) ¡corrían despavoridas! Pero no
a ocultarse sino a buscar el lugar exacto del hecho para anticiparse a la
noticia, querían ver de primeros quién había sido la víctima y poder estar en
primera fila antes que llegasen los demás rodeando a los afectados sin importar
su propia seguridad.
Según los diferentes medios de
comunicación, y el diario vivir de las redes sociales, la situación de exceso
de metidos y chismosos no es solo de Ibagué o Tuluá; en todo el país y gran
parte de américa latina los ciudadanos gozan y disfrutan del dolor ajeno, de la
tragedia del vecino y del llanto de quien supone su amigo. En conclusión, la
mala educación provista por el sistema y la deficiente formación en los hogares
hacia los menores, desencadena en nuevo karma para la sociedad que se atreve a
confundir el chisme con la hoy, escasa solidaridad. Entonces, ¿Los espectadores
de la calle de Ibagué son: solidarios o metidos?