martes, 13 de diciembre de 2011

LOCURA COLECTIVA II


Como lo había anticipado en los últimos días, he aquí la segunda parte de mi crónica “Locura Colectiva” con la  cual pretendo ampliar el panorama sobre la salud mental de los Colombianos y que entre otros factores como la corrupción (Que a su vez genera una educación de mala calidad y esta última =  ignorancia) son causantes de las malas noticias que a diario nos venden los medios nacionales. 

En esta ocasión les hablaré de un caso particular sucedido en Tuluá Valle del Cauca; el de un conocido que fue diagnosticado con síndrome de “bipolaridad” por respeto a su nombre lo llamaré Anibal.

Anibal es un joven de 25 años amigable, alegre, feliz, o bueno eso creían quienes lo rodeaban hasta que por desgracia murió su única compañía, la única persona que había estado con él en cada momento de su vida… su mamá, doña Mirian se fue dejando a Anibal solo, enfrentándose  a un mundo que aun a sus 25 años no conocía sin ella, a un mundo donde ya no estaba su pilar; seguramente habría de enfrentar la vida sin su ser más preciado, al fin de cuentas ella  solo se adelantó a nuestro último destino. Él intentó continuar su vida de manera normal, laboralmente con muchas expectativas y con una relación sentimental que aunque no llenara su existencia lo hacía sentir amado entre tanta soledad. Anibal se mostraba con una enorme fortaleza y madurez frente a tan fatal suceso en su vida que dejó perplejo a quienes lo acompañaban en su dolor.

Un lunes en la tarde Anibal decidió llamar la atención de alguna persona en especial y anunció en su cuenta de facebook algo como esto: “voy a encontrarme con mi mamá” dejando atónitos a quienes casualmente revisaban esta red, la preocupación y angustia de muchos no se hizo esperar enviando mensajes de aliento y de fortaleza… para sus compañeros de trabajo era extraño porque un día antes había estado en momentos de éxtasis y alegría plena compartiendo un almuerzo. Solo que en su cabeza había un  propósito y estaba a punto de lograrlo; ingiriendo casi 5000 mg de pastillas entre antidepresivos, analgésicos, antibióticos y hasta medicamentos de oncología Anibal intentó acabar con su vida aun cuando tenía planeado no morirse ya que salió de su casa corriendo a la oficina donde trabaja en busca de ayuda, estaba muy bien informado de las horas que tenía para que le practicaran algún procedimiento clínico que lo salvara, incluso había medido la cantidad de pastillas que ingirió.  Sus compañeros angustiados y con sentimientos de culpa por no haberlo acompañado de otra forma en el dolor por la muerte de su mamá, lo llevaron al centro de urgencias del hospital departamental Tomás Uribe Uribe de Tuluá y esperaron casi toda la noche el diagnóstico médico en el que para fortuna de todos Anibal se encontraba fuera de peligro. Anibal quedó hospitalizado un par de días y a espera de recibir ayuda psicológica y psiquiátrica.

He aquí el motivo de esta crónica, no por la situación de Anibal y su particular caso; sino porque se hizo palpable el serio problema que se enfrenta en Colombia en cuestiones de salud mental.  Los médicos que atendieron el proceso de intoxicación de Anibal lo remitieron de inmediato con la única psicóloga de turno del hospital de “tercer nivel” donde era atendido; que entre otras cosas la profesional actúo de manera inmediata no solo por la demanda del hospital sino la amistad y “rosca” entre ella y el grupo de acompañantes de Anibal. Cuál sería la sorpresa de quien escribe esta crónica cuando la psicóloga manifestó que en Tuluá una ciudad de 200 mil habitantes fijos y con casi 500 mil de tránsito solo hay  dos psiquiatras y su atención está determinada así: uno para la atención de medicina prepagada, citas particulares, citas con EPS (3 meses de anticipación)  y el otro se encarga de la población con SISBEN y ARS’S es decir el 45% de la población tulueña. Según reportes de la secretaría de salud de esta ciudad y reporte de algunos psicólogos en esta municipalidad se atienden cerca de cuatrocientos casos semanales con alguna patología de salud mental no todos de Tuluá (remitidos de hasta diez municipios del centro y norte del Valle) de los cuales el 45% requiere ser remitido con psiquiatra, en el peor de los casos estos son transferidos al hospital psiquiátrico San Isidro de Cali cuando los dos únicos profesionales en el tema de Tuluá no están disponibles o no hay recursos de por medio que faciliten su atención. En el caso de Anibal y según el diagnóstico de la psicóloga este debía ser valorado por un psiquiatra dado que se encontraban con un evento repetitivo; sí, Anibal ya lo había intentado antes y quienes lo acompañaban seguían sorprendiéndose de la caja de pandora que habían encontrado. En la búsqueda de un especialista en el tema de la salud mental, sus compañeros agotaron sus inmediatos recursos, se encontraron con que el psiquiatra que atendía en el hospital departamental no se encontraba de turno, y que el otro lo atendería de inmediato  siempre y cuando se cancelara la suma de ciento veinte mil pesos. Otra opción era que lo remitieran a Cali pero se quería fuera la última opción, de repente una psicóloga que no oficia como tal en la entidad hospitalaria nos ofreció los servicios de un “profesional” que NO es psiquiatra pero que entiende mucho del tema… ahh? Sí, un médico general que atiende consulta externa se atribuye conocimientos psiquiátricos, no es especializado en nada pero se auto proclama un “psiquiatra” la comunicadora de tal noticia dice “yo se los recomiendo, él les va a cobrar pero no tanto como el de las clínicas. Uno de los acompañantes de Anibal fue en busca del “profesional” solo por salir de dudas, el sujeto se encontraba en consulta en ese momento pero ofreció todos sus servicios, además de CERTIFICAR un diagnóstico en torno al caso de Anibal. Vaya sorpresa! Ahora resulta que no solo no hay psiquiatras para atender la demanda nacional de diagnosticados con patologías de salud mental sino que hay inescrupulosos médicos que se atribuyen el cuidado y tratamiento de tan compleja población.

Las sorpresas no paran ahí, luego de que finalmente trasladaran a Anibal al psiquiátrico de Cali y que el profesional de ese centro hospitalario lo remitiera de nuevo a Tuluá, nos dimos cuenta que por los pasillos de la sala de urgencias y la unidad de observación circulan sin cuidado alguno pacientes que han sido diagnosticados con trastornos psicóticos como  esquizofrenia y algunos depresivos severos, la razón; las ARS’S del municipio y el SISBEN no tienen los convenios necesarios con la Clínica de Reposo y Salud Mental de Tuluá (Operada por el psiquiatra para ricos o de EPS) así que tras la sugerencia de los especialistas estos no deben ser dados de alta y deben continuar con el suministro de medicamentos. Esta clase de pacientes representa un riesgo total para los demás incluso para el cuerpo de médicos, enfermeros y demás trabajadores del centro hospitalario, y por supuesto no es el espacio adecuado para el tratamiento o recuperación de quienes han sido diagnosticados con patologías de cuidado especial. Esto es sin duda una pequeña muestra en una ciudad intermedia donde los índices de diagnósticos de patologías de salud metal son menos frecuentes que en ciudades grandes como Cali, Medellín o Bogotá y que a su vez manifiestan la falta de garantías en el sistema de salud que permita la atención oportuna y adecuada para este tipo de pacientes. Considerar un  problema de salud pública estas situaciones de desatención a la población con desequilibrio en su salud metal es una verdadera alarma; si bien no son enfermos terminales, el crecimiento de estos casos puede generar en el corto plazo serios problemas sociales en convivencia ciudadana, hoy están a al alcance de todos un sin número de armas y elementos (armas blancas, ácidos, venenos, etc.) con los que es propio atentar contra quienes rodean a estas personas y por qué no, a si mismos y como en todos los casos, la población de escasos recursos es la más vulnerable. 

Para terminar, les cuento que Anibal está recuperándose,  por fortuna para él sus compañeros de trabajo tienen mucha “rosca” en los medios de salud y su atención es casi inmediata lo que favorece su proceso. Pero… ¿qué será de quienes no tienen esa posibilidad?

Ahh, en la crónica anterior olvidé mencionar a los enfermos que maltratan y torturan animales… estas personas presentan patologías sumamente graves y son un verdadero peligro no solo para los animales sino para quienes lo rodean.

Jeff